12 de octubre de 2011

Paulo Coelho y las preguntas malditas

      Hace unos cuantos años me regalaron un libro de Paulo Coelho, “La Quinta Montaña”. Aquel libro me atrapó y lo leí en pocos días. El libro narra la historia de un personaje de la Biblia, el profeta Elías, y cuenta, de una forma muy peculiar, lo que vivió aquel hombre lejos de su tierra y de su gente, sólo al amparo de una pobre viuda con su hijo, y su Dios, por supuesto.
     Desde hace unos meses soy un asiduo usuario y fan del Twitter, ese sublime invento que con sus tiránicos 140 caracteres te obliga a condensar tus pensamientos y emociones si quieres compartirlas con los demás. Allí, me encontré de nuevo con Paulo Coelho y me convertí en uno de sus casi 2,5mio de seguidores (no es broma). Me he aficionado a sus comentarios, a su publicidad y a su forma de ver el mundo por Twitter.
A veces he respondido a los twitts del escritor sin ningún ánimo de ser leído por él, por supuesto. Al pensar en la inmensa cantidad de seguidores que tiene me dije a mi mismo; --El Twitter lo debe llevar su equipo de relaciones públicas como suele pasar con las grandes estrellas—
Pero un día, para mi sorpresa, tras responder a uno de sus twitts, me desperté a la mañana con una respuesta muy personal del Sr. Coelho. Eso me animo a querer leer más de este escritor y twittero entusiasta y conocer más a la persona que hay tras el oficio y la pasión de escritor.
Fui a la librería publica en busca de un libro para mi inminente arranque del Taller de Teatro y en ese momento una lectora acababa de entregar “El Zahir”, creo que es el penúltimo libro del autor. Como no creo en las casualidades, tenía claro que aquel libro me estaba llamando a gritos que lo leyera.
“El Zahir”; la historia de una obsesión. Un Zahir, nos dice el escritor, es algo o alguien, que una vez que entramos en contacto con él, poco a poco ocupa todo nuestro pensamiento hasta que no somos capaces de concentrarnos en nada más.
Un famoso escritor es abandonado, de repente, por su esposa. Desaparece sin dejar rastro, sin explicaciones, sin despedida. Aquella mujer se convierte en el Zahir del protagonista. El escritor comienza una búsqueda desesperada por conocer las razones de la desaparición, una búsqueda con la que pretende liberarse de su Zahir. En esa búsqueda, en ese viaje, al encuentro de su Zahir comienza a conocerse a sí mismo y cuanto más descubre, más consigue vencer al Zahir que anida en su mente.
El personaje de la mujer, el Zahir, se llama Esther. Sigo sin creer en las casualidades; mi mujer se llama así. Evidentemente, yo ni soy escritor y mucho menos soy famoso. No creo que mi mujer sea mi Zahir, pero el libro de Paulo Coelho me ha hecho pensar mucho más allá de la historia que cuenta.
Francamente, ha despertado muchas preguntas en mi interior. Igual que el personaje de la historia debo iniciar un viaje a mi interior para descubrir si hay algún Zahir en mi vida y como puedo vencerlo. ¿Qué haría yo si perdiera a mi mujer? ¿La he perdido ya, como al principio del libro la pierde el protagonista? ¿Dónde se encuentra mi relación actualmente? ¿Dónde me gustaría tenerla? Pensar en el matrimonio en un mundo que ha perdido por completo el significado de la palabra “amor” es como predicar en el desierto. A nadie le interesa, y sin embargo, todas nuestras vidas giran alrededor del amor. La felicidad de ser humano no es posible sin la experiencia de amar y ser amado.
No sé aun, si debo darle las gracias al famoso escritor o si debo pedirle daño y perjuicios por hacerme cuestionar mi propia vida, con mis anhelos, mis sueños y mis zahires.
Sea como sea, después de leer su libro, lo que me ha quedado muy claro es que para un escritor hay preguntas malditas. Ahora puedo decir con toda seguridad, cuales son las preguntas que jamás debo hacerle a Paulo Coelho, o cualquier otro escritor. Y tengo muy claro que pregunta le haría al escritor por muy incomodas que pudiesen resultar. Pero eso forma parte de mis secretos. Para descubrir las preguntas malditas hay que leer “El Zahir”.
Gracias por estar ahí y que Dios os bendiga. 

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